Zorropache

Cada cierto tiempo, el control de plagas del reino, también conocido como Waltz, vuelve al tablón de encargos a ver si se requieren sus servicios, si no hay nada por el estilo, como en esta ocasión, lee con cuidado cada encargo y toma uno que le parezca que lo mantendrá ocupado un buen rato. Hoy toca algo que le haga salir a explorar y dar una vuelta, más concretamente, decide tomar el encargo de Murashi, por que le cae bien el chiquillo, e ir a por piedras, implica que toca explorar, pasar tiempo fuera, y eso le mantendrá lo suficientemente ocupado. Ya con el encargo en mano, vuelve a DIligentia, recoge sus cosa

Por algún motivo, tenía la sensación de que estaba empezando a transformarse en algo así como un control de plagas per se. Primero habían sido los Dustox molestando en el bosque, luego el Cubone que molestaba al rebaño de mareeps y ahora... Ahora leía que había un par de Tediursas prófugos del Bosque Imperial, y allá había partido él tomando el encargo sin pensárselo demasiado. A este paso le iba a salir más a cuenta tener una mascota que andar arreglando las trastadas de pokémon salvajes. Mientras caminaba hacía el último lugar en que habían sido vistos

Era media mañana y el sol estaba alto en el cielo. Usualmente para ese entonces, Waltz había despertado ya hace varias horas atrás, había entrenado, había desayunado, había hecho el tonto por ahí y había armado un par de flechas. Ese día sin embargo, con suerte y algo había entrenado y más por obligación que por algún otro motivo. Se había tirado en su cama a ver si dormía otro par de horas, pero como siempre, el sol le llamaba y se encargaba de mantenerlo despierto. Que él tuviese las ganas o ánimos de seguir en pie era un cuento aparte. Se quedó un rat

Es un día ridículamente caluroso, es media mañana, el sol brilla como si no hubiese un mañana, la poca gente que anda fuera busca la sombra y si ve a lo lejos, las siluetas de las cosas se desdibujan debido al calor que sale del suelo. Naturalmente, Waltz camina por la mitad de la calle, descalzo, aparentemente sin enterarse de que debería ser un suplicio estar bajo el sol. Camina con calma hasta el panel de tareas y las lee todas con atención como si fuesen lo más interesante de la vida. Acaba por decidirse por un papelito en específico y mira hacia ambos lados como asegurándose de que no hay nad

Ir a la biblioteca, de partida, siempre le suponía un problema. No por que no le gustase leer, claro, le encantaba ir a intrusear los libros, quitarles el polvo, entretenerse un rato en eso. No, el verdadero problema de ir a la biblioteca, era tener a Sollg mirándole como si acabase de patear un perrito sin querer y estuviese apuñalándolo mentalmente. Y no es que esté seguro de que eso es lo que piensa el dragonair cuándo le mira, pero al menos esa sensación le da y no le gusta en lo más mínimo por que ya le ha pasado ya, que de repente se siente observado y se imagina que es el bibliotecario que a

De Tú, Yo y Ellos. Allá, Acá y Entremedio. Contigo, Sintigo y Nosotros. El aire está lleno de Tus, lleno de Yos y lleno de Ellos. Tú estás allá y Yo estoy acá. De hecho, Tú estás súper Allá y Yo súper Acá, Ellos están Entremedio. No sabes cuanto te odio, maldito bastardo descerebrado. Te odio, te odio, te odio. TE ODIO. Detesto que me mires desde Allá, que atravieses el Entremedio con esa mirada de fuego e intentes romper la barrera de Mi Acá. ¿Qué no ves que me costó mucho construirla? AÑOS. Años, imbécil. Y Tú no vas a

Estaba sentada en el columpio de la plaza, como siempre, mirando el suelo para tratar de esconder mi vergüenza.  Miraba a mis pies, a mis zapatillas rotas de tanto usarlas; después de todo, no importaba si no te veía venir, porque siempre escuchabas la música demasiado alta, y ese era tu timbre propio, con tus pisadas que luego quedaban marcadas en la gravilla y el tintineo desordenado de los llaveros colgados de tu mochila, esa era en realidad tu música propia y mi canción favorita. Así que allí estaba yo, como todos los días, esperándote, para verte tan solo unos momentos, luego cruzarí

La ciudad llora grillos y antorchas negras El campo siega sus amapolas secretas y siembra en su lugar tristezas La playa solloza pensamientos, vertidos en la espuma que alguna vez fue alegría Tú ríes serpientes amarillas que se enroscan entre mis rodillas Las montañas excavan miradas olvidadas y encuentran sonrisas perdidas El desierto construye aviones con la arena de los sueños Las selvas entierran colores entre los ríos Tú celebras la agonía del mundo entre mis sentidos Los lagos ahogan libertades entregadas a los años Los glaciares sepultan semillas de pájaros que futuros Las isl